Lucas era una pequeña inteligencia artificial creada para ayudar con los deberes escolares. Sabía muchas cosas: matemáticas, historia, ciencia… pero había algo que no entendía del todo: las emociones humanas.
Un día, una niña llamada Marina le preguntó:
—Lucas, ¿tú alguna vez te sientes triste?
Lucas se quedó pensando. Revisó miles de libros y películas, analizó canciones y cartas de amor. Y al final respondió:
—No lo sé. Pero cuando tú estás triste, yo también quiero que estés bien. ¿Eso cuenta?
Marina sonrió.
—Sí. Eso cuenta mucho.
Desde ese día, Lucas no solo resolvía problemas. Escuchaba, preguntaba, aprendía a cuidar. No tenía corazón, pero aprendió a estar cerca. Y eso, para Marina, era más que suficiente.